Vivían
en un pueblo dos mujeres; a una la apodaban los vecinos la XKEBAN,
que es como decir la pecadora, y a la otra la llamaba la UTZ-COLEL,
que es como decir mujer buena. La XKEBAN era muy bella, pero se daba
continuamente al pecado de amor. Por esto, las gentes honradas del
lugar la despreciaban y huían de ella como de cosa hedionda. En más
de un ocasión se había pretendido lanzarla del pueblo, aunque al
fin de cuentas prefirieron tenerla a mano para despreciarla. La
UTZ-COLEL, era virtuosa, recta y austera además de bella. Jamás
había cometido un desliz de amor y gozaba del aprecio de todo el
vecindario.
No
obstante sus pecados, la XKEBAN era muy compasiva y socorría a los
mendigos que llegaban a ella en demanda de auxilio, curaba a los
enfermos abandonados, amparaba a los animales; era humilde de corazón
y sufría resignadamente la injurias de la gente. Aunque virtuosa de
cuerpo, la UTZ-COLEL era rígida y dura de carácter: Desdeñaba a
los humildes por considerarlos inferiores a ella y no curaba a los
enfermos por repugnancia.
Recta
era su vida como un palo enhiesto, pero sufrió su corazón como la
piel de la serpiente. Un día ocurrió que los vecinos no vieron
salir de su casa a la XKEBAN, pasó otro día, y lo mismo; y otro, y
otro. Pensaron que la XKEBAN había muerto abandonada; solamente sus
animales cuidaban su cadáver, lamiéndole las manos y ahuyentándole
las moscas. El perfume que aromaba a todo el pueblo se desprendía de
su cuerpo. Cuando la noticia llegó a oídos de la UTZ-COLEL, ésta
rió despectivamente.
Es
imposible que el cadáver de una gran pecadora pueda desprender
perfume alguno- exclamó. Más bien hederá a carne podrida. Pero era
mujer curiosa y quiso convencerse por sí misma. Fue al lugar, y al
sentir el perfumado aroma dijo, con sorna: Cosa del demonio debe ser,
para embaucar a los hombres, y añadió: Si el cadáver de esta mujer
mala huele tan aromáticamente, mi cadáver olerá mejor. Al entierro
de la XKEBAN solo fueron los humildes a quienes había socorrido, los
enfermos a los que había curado; pero por donde cruzó el cortejo se
fue dilatando el perfume, y al día siguiente la tumba amaneció
cubierta de flores silvestres.
Poco
tiempo después falleció la UTZ-COLEL, había muerto virgen y
seguramente el cielo se abriría inmediatamente para su alma. Pero
¡Oh sorpresa! contra lo que ella misma y todos habían esperado, su
cadáver empezó a desprender un hedor insoportable, como de carne
podrida. El vecindario lo atribuyó a malas artes del demonio y
acudió en gran número a su entierro llevando ramos de flores para
adornar su tumba: Flores que al amanecer desaparecieron por "malas
artes de demonio", volvieron a decir.
Siguió
pasando el tiempo, y es sabido que después de muerta la XKEBAN se
convirtió en una florecilla dulce, sencilla, olorosa llamada
XTABENTUN. El jugo de esa florecilla embriaga dulcemente tal como
embriagó en vida el amor de la XKEBAN. En cambio, la UTZ-COLEL se
convirtió después de muerta en la flor de TZACAM, que es un cactus
erizado de espinas del que brota una flor, hermosa pero sin perfume
alguno, antes bien, huele en forma desagradable y al tocarla es fácil
punzarse.
Convertida
la falsa mujer en la flor del TZACAM se dio a reflexionar, envidiosa,
en el extremo caso de la XKEBAN, hasta llegar a la conclusión de que
seguramente porque sus pecados habían sido de amor, le ocurrió todo
lo bueno que le ocurrió después de muerta. Y entonces pensó en
imitarla entregándose también al amor. Sin caer en la cuenta de que
si las cosas habían sucedido así, fue por la bondad del corazón de
la XKEBAN, quien se entregaba al amor por un impulso generoso
natural. Llamando en su ayuda a los malos espíritus, la UTZ-COLEL
consiguió la gracia de regresar al mundo cada vez que lo quisiera,
convertida nuevamente en mujer, para enamorar a los hombres, pero con
amor nefasto porque la dureza de su corazón no le permitía otro.
Pues
bien, sepan los que quieran saberlo que ella es la mujer XTABAY la
que surge del TZACAM, la flor del cactus punzador y rígido, que
cuando ve pasar a un hombre vuelve a la vida y lo aguarda bajo las
ceibas peinando su larga cabellera con un trozo de TZACAM erizado de
púas. Sigue a los hombres hasta que consigue atraerlos, los seduce
luego y al fin los asesina en el frenesí de un amor infernal.
Fuente:
De Mario Diaz Triay "Guia Turística de la Península de Yucatán
- La tierra de los Mayas"
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